Haz clic aquí para editar. Hoy, puccia salentina, desde Chile con amor. Cuando vives en el extranjero, los sabores y aromas con los que creciste no son tan fáciles de encontrar, o incluso no existen, y entonces lo único que te queda por hacer es?... prepararlos con tus propias manos. Y así, estés donde estés, ese aroma delicioso te recordará que... la cocina italiana es realmente extraordinaria. Estoy convencida de que, para un italiano, la comida no es solo nutrirse: es cultura, tradición, emoción. Es ese hilo invisible que nos une a nuestra tierra, a nuestra familia, a los recuerdos más íntimos. Por eso, vivir en el extranjero puede convertirse en un verdadero desafío culinario. Al principio te adaptas, pruebas nuevos platos, exploras los sabores locales. Pero siempre llega esa nostalgia repentina: el deseo de una buena pasta hecha en casa, de una pizza auténtica, de una salsa deliciosa, del pan crujiente como el de la panadería del barrio. Y descubres que no todo se encuentra, que no todas las harinas son iguales, que la mozzarella no es mozzarella en todas partes, que la salsa en bolsitas no es salsa, y que el nescafé... no es café... Y es ahí cuando surge el deseo (a veces la necesidad) de cocinar tú mismo lo que echas de menos. Y es hermoso compartir todo lo que preparas con amigos de otros países, que aprenden a conocer Italia... esa Italia que se transmite a través de un plato cocinado con amor. Porque, puedo asegurarlo, para un italiano en el extranjero, cocinar es resistir, recordar, contarse. Es una forma de sentirse todavía un poco en casa, estés donde estés. La puccia salentina es un pan tradicional de la region de Apulia (sur de Italia) Es más que un simple pan, es la expresión de la historia, la cultura y la gastronomía del sur de Italia. Se prepara con harina de trigo y semola, agua y aceite, la combinación de estos ingredientes y la larga fermentación le dan esta textura, con una corteza crujiente y sin miga en su interior, que la hace ideal para ser rellenada con cualquier ingrediente. Es una receta realmente simple, facil de preparar Para 6-8 puccie 250 gr de sémola de grano duro (yo uso la Molisana, es muy facil de encontrar en todos los supermercados) 250 g de harina todo uso 300 ml de agua tibia 50 ml de aceite extra virgen de oliva 10 gr de levadura seca sal Amasar todos los ingredientes hasta obtener una masa lisa y homogénea y dejar levar hasta que duplique su volumen. Dividir la masa en 6-8 porciones formar bollos y dejar levar nuevamente hasta que dupliquen su volumen. Estirar las bolitas con las manos o con la ayuda de un rodillo (no deben quedar muy finas) Transferir le puccie a una bandeja de horno con papel mantequilla, cubrir con un mantel de cocina y dejar reposar 15 minutos. Hornear en horno precalentado a 220 °C durante unos 15 minutos deben inflarse bien. No queda que disfrutarlas !!!!
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Este año, para el Día de la Madre, un clásico... la Torta de las Rosas. El origen de este delicioso postre se remonta al Renacimiento: fue creado en 1490 por el cocinero Cristoforo di Messisbugo con ocasión del matrimonio entre Isabella d’Este y Francesco II Gonzaga, como homenaje a la belleza de la joven novia, su forma recuerda a un ramo de rosas. Por eso es habitual prepararla para el Día de la Madre… une el simbolismo floral con la dulzura y representa un gesto de cariño y gratitud hacia las madres. Una brioche trenzada como los lazos más profundos, justo como el que une a una madre con su hijo, sencilla y delicada como el amor de una madre. Mientras amasaba, pensaba en todo lo que una madre es capaz de transmitir, en la huella que deja dentro de nosotros incluso cuando no somos conscientes de ello, y de la que solo nos damos cuenta más tarde. Lo que une a una madre con sus hijos va más allá de la simple complicidad. Acompañarnos para crecer no es un “trabajo fácil”. Vivir lejos te enseña a valorar los detalles, a agradecer cada instante compartido, a valorar cada cosa que hizo por ti, a no dar por sentada su presencia, a tener paciencia, a aceptarla tal y como es, con todos sus matices. Esta torta brioche se lo dedico a mi mamá, que está lejos, pero que siento siempre cerca. A ella, que me hizo el regalo más grande... darme la vida, que me enseñó el amor con el silencio y con su presencia constante, a su fuerza, a su valentia. Pero también es para todas esas madres que están lejos, y para todos esos hijos que, como yo, han aprendido que el amor verdadero no necesita de una presencia constante para existir: se alimenta de la memoria, de la gratitud, de pequeños gestos. Yo tengo grabados en mi mente cada sonrisa, cada mirada, el sonido de su voz, sus besos, los abrazos, conservo cada recuerdo, cada momento que vale la pena. Ciertos aromas, "il sugo" de los domingos, la lasaña de los días de fiesta, el olor del pan recién horneado, el aroma delicioso de esos dulces que solo las mamás saben hacer. Los guardo con cuidado como si fueran un tesoro. Lo que queda en el corazón nadie puede borrarlo. La dedico a todas las madres que, con su manera única de ser, nos dejan dentro algo que nunca se irá… el amor... presente en cada momento de nuestra vida, y mientras más lo necesites, más fuerte e intenso será ese amor. […Un día sus abrazos y sus palabras te harán falta más que cualquier otra cosa. No des por sentada su presencia, sé amable con ella siempre, hazle sentir lo importante que es para ti: tu amor es el regalo más hermoso que puedes hacerle…]. Tradicionalmente se prepara con una masa brioche suave enriquecida con un relleno de mantequilla y azúcar aunque existen variantes con cremas o mermeladas Su preparación requiere tiempo y paciencia pero realmente vale la pena el resultado final es un dulce esponjoso y muy aromático que conquista a todos tanto por su sabor como por su apariencia
Ingredientes 500 g de harina de fuerza, manitoba (yo uso la harina Caputo) 250 ml de leche 20 g de levadura fresca 80 g de azúcar 1 huevo una pizca de sal 60 g de mantequilla blanda ralladura de un limón y una naranja 1 cucharadita de miel Para el relleno 100 g de mantequilla muy blanda y 100 g de azúcar mezclados juntos Preparación Disolver la levadura en la leche y verterla sobre la harina añadir el azúcar el huevo y una pizca de sal y comenzar a amasar Mezclar las ralladuras de limón y naranja con la miel y añadirlas a la masa Cuando la masa comience a formarse incorporar la mantequilla en trocitos poco a poco cuando se despegue de las paredes de la amasadora estará lista se necesitarán al menos 15 minutos si la haces a mano necesitarás un poco más de tiempo para que tome consistencia Dejar levar cubierta con film hasta que doble su volumen alrededor de 2 horas y media Una vez levada estirar la masa en forma de rectángulo untar con la crema de mantequilla y azúcar y enrollar por el lado más largo Cortar en porciones iguales a mí me salieron 12 y colocarlas en un molde de 26 cm con papel de hornear Dejar reposar unos 20 minutos Hornear en horno precalentado a 180 grados durante unos 40 minutos ¿La cocina es una ciencia o una filosofía? Esta pregunta puede parecer sencilla, casi retórica. Pero para quienes, como yo, viven la cocina como una herramienta terapéutica, encierra una verdad mucho más profunda. Cocinar nunca es solo “seguir una receta”. Es algo que se mueve entre la precisión y la intuición, entre la química y el corazón, entre el rigor y la creatividad. Indudablemente, la cocina es una ciencia. Cada ingrediente tiene una estructura, cada cocción una reacción, cada receta un equilibrio que debe respetarse. Basta muy poco para arruinar una preparación, sobrecocer una crema, alterar una emulsión, quemar un pan, fermentar demasiado una masa, En este sentido, las cantidades, las temperaturas, los tiempos, las proporciones, son fundamentales. Una disciplina hecha de rigor y conocimiento. Y es precisamente en esta dimensión científica donde muchos pueden encontrar seguridad. Seguir una receta con atención nos da una sensación de control, una cierta estructura. Para quienes viven estados emocionales complejos, ansiedad o desorganización interior, esta característica puede ser extremadamente terapéutica y tranquilizadora: saber qué hacer, cómo hacerlo, cuánto tiempo llevará... es una forma de estabilidad. Pero la cocina también es una forma de pensar, es una forma de ver, es un lenguaje; es cultura, historia, identidad, creatividad. Los ingredientes que elegimos, el tiempo que dedicamos a la preparación de un plato, con quién lo compartimos. Cocinar es escucha, es presencia, es un acto de amor. Cuando cocinamos para alguien, no estamos solo alimentando su cuerpo, les estamos diciendo: “te veo”, “cuido de ti”, “te quiero”. Incluso cuando cocinamos para nosotros mismos, si lo hacemos con conciencia, podemos transformar ese gesto cotidiano en un momento de reconexión, con nosotros mismos y con nuestra historia. Una cocina que cura En la cocina terapéutica, estos dos aspectos se encuentran. Por un lado, la ciencia nos ayuda a crear, por el otro, la filosofía nos ayuda a sentir. Es ahí donde ocurre la transformación. Cocinar nos ayuda a reunir los pedazos, a recuperar un sentido. Es un medio para escuchar, para sentir, para transformar lo que sentimos, lo que vivimos, para crear. Entonces, ¿la cocina es ciencia o filosofía? Es, seguramente, ambas cosas, la prueba está en el hecho de que podemos repetir la misma receta una y otra vez y aun así el resultado nunca va a ser el mismo. Nuestro estado de ánimo tambien influye en lo que preparamos: habrán veces en que el resultado será excelente y otras en que no nos satisfará del todo pero, una vez terminado el proceso, siempre quedará una increíble sensación de tranquilidad y gratificación. Porque no intentarlo entonces.... La receta de hoy tiene mucho de ciencia e de creatividad tambien: es el babka, un pan de chocolate judio, trenzado, una masa de brioche enriquecida con un relleno de chocolate y finalizado con un jarabe que hace que sea increiblemente jugoso. Para prepararlo necesitarán: Para la masa: 550 gr di farina 80 gr de azucar 180 gr de agua tibia 10 gr de levadura instantanea 2 huevos grandes 1 pizca de sal 150 gr de mantequilla a temperatura ambiente Para el relleno: 150 gr de chocolate amargo 120 gr de mantequilla 100 gr de azucar glas 40 gr de cacao en polvo 1 pizca de sal Derretir el chocolate con la mantequilla, añadir el cacao, el azucar con la pizca de sal y mezclar. Para el jarabe: 80 ml de agua 80 ml de azucar Preparacion: Desolver la levadura en el agua y dejar reposar unos 10 minutos, hasta que se active. Verter la harina con el azúcar en la batidora, añadir la levadura con el agua, los huevos, uno a la vez, y seguir mezclando, cuando se forma la masa añadir la mantequilla de a poco y seguir amasando hasta obtener una masa omogenea y elastica, (con la batidora se demoraran alrededor de 15-20 minutos) Ponerla en una fuente engrasada cubierta con papel film o en un contenedor con tapa hermética (como este) y dejarla leudar en el refrigerador toda la noche. Al dia siguiente sacar la masa del refri, estirar en una superficie ligeramente enharinada, en forma de rectangulo, cubrir con la pasta de chocolate, dejando un borde de un cm a los lados para que la masa pueda pegarse. Enrollar por el lado mas largo y trenzar. Como trenzar: con ayuda de un cuchillo afilado cortar el rollo por la mitad, a lo largo, obteniendo dos tiras largas, el lado cortado debe quedar hacia arriba, cruzar formando una X y trenzar manteniendo siempre hacia arriba el corte de las capas. Ahora que el babka está formado colocalo en un molde rectangular enmantequillado o forrado con papel mantequilla, cubrelo con un paño humedo y deja reposar hasta que duplique su tamaño. Hornear en horno precalentado a 170C por unos 50 minutos aprox. tenendo mucho cuidado que la superficie no se queme. Si notan que la superficie cambia de color muy rapido cubrir con papel aluminio. Al retirarlo del horno pincelar con el jarabe previamente preparado y dejarlo enfriar El proceso de amasado lo pueden hacer manualmente pero se van a demorar mucho mas, un consejo... si la masa es muy pegajosa le aconsejo dejarla reposar unos 15 minutos cubierta con una fuente, al momento de retomarla será mas facil seguir amasando, hasta que no se pegue a los dedos.
Si hay algo que me gusta mucho, especialmente desde que empezamos a viajar por el mundo, es recrear en nuestra cocina platos y sabores de países lejanos, ya sea que los hayamos visitado o solo soñado. Conocer la historia de un país pasa también por su cultura culinaria, y siempre me sorprende cómo los mismos ingredientes pueden dar lugar a platos con sabores tan diferentes.
Hoy preparamos naan… creo que ya casi nadie se resiste a prepararlo en casa, es rico y ademas, es realmente sencillo de hacer. Es conocido como pan indio, pero en realidad es originario de Asia Central y Meridional, y tradicionalmente se consume también en países como Pakistán, Afganistán e Irán. En el siglo XVI era considerado una delicia reservada para la nobleza, ya que requería el horno tandoor para ser cocinado. Pero, hoy sabemos que se puede preparar un excelente naan incluso con una buena sartén antiadherente. Nosotros lo hacemos a menudo porque es delicioso para acompañar platos especiados y con ricas salsas. Los ingredientes base son harina, yogur y levadura, aunque puede enriquecerse con ajo, especias, queso... Yo, la verdad, prefiero el tradicional y el de queso, pero en algunos países lo preparan incluso con frutos secos y coco. Si lo han probado, cuéntenme si les ha gustado, ¡así quizás lo pruebo yo también. Para prepararlo necesitarán: 500 g de harina 200 g de yogur natural 120-150 ml de agua 20 g de levadura fresca Sal 1 cucharadita de miel Para pincelar pueden mezclar aceite ajo picado y perejil En un bol grande, coloca la harina y la sal. Agrega el yogur y la levadura disuelta en el agua y amasa hasta obtener una masa lisa y homogénea. Después de preparar la masa, déjala reposar hasta que duplique su volumen. Divídela en 8-10 bolitas y déjalas reposar durante 20-30 minutos. Estíralas con un rodillo sobre una superficie enharinada. Te recomiendo dejar reposar los discos unos minutos antes de cocinarlos, se inflarán con más facilidad. Calienta muy bien una sartén antiadherente y cocina cada pan durante 2-3 minutos por cada lado. Pincelarlos con aceite mientras aún están calientes ayudará a que se mantengan suaves por más tiempo. Puedes congelar los naan ya cocidos, solo hará falta calentarlos en una sartén o en el horno en el momento de usarlos. Durante las terapias, la comida y la cocina representan, a veces, un medio terapéutico que va más allá de las palabras, pero la preparación de la comida a menudo es acompañada de reflexiones que surgen de forma espontánea y evocan aspectos emocionales de cada uno de nosotros. Y así, mientras preparábamos esta deliciosa brioche con mermelada, nos encontramos reflexionando sobre la percepción que cada uno tiene de la realidad que lo rodea... Nuestro cerebro no percibe el mundo como realmente es, cada pensamiento, cada emoción, cada recuerdo que guardamos, así como las experiencias que hemos vivido moldean nuestra manera de interpretar la realidad. Esto significa que lo que vemos no siempre corresponde a la realidad sino que a lo que nuestra mente construye. Y si cambiamos el foco? Si intentamos cambiar nuestra interpretación quizás logramos cambiar también la realidad… A menudo vivimos en modo automático: reaccionamos ante una crítica, ante un malentendido, ante un fracaso. Sentimos frustración, ira, desánimo. Y aunque estas emociones son completamente humanas, pueden convertirse en cárceles mentales si las dejamos crecer sin cuestionarlas. Pero… ¿y si en vez de reaccionar, observamos y reinterpretamos? Nuestro cerebro es poderoso, pero también tiene atajos. Tiende a confirmar lo que ya cree, a evitar lo que duele, a repetir patrones conocidos. Sin embargo, podemos enseñarle a ver las cosas desde otra perspectiva. No se trata de pensar en positivo a toda costa, sino de asumir una actitud activa frente a la vida. Cuando entendemos que nuestra mente no refleja simplemente lo que ocurre, sino que lo interpreta, podemos empezar a cuestionar esas interpretaciones. Ver una caída no como el final. Ver una pérdida no como un vacío, sino como un espacio que puede llenarse de algo nuevo. No se trata de fingir que todo está bien, ni de minimizar lo que nos pasa, solo reconocer que si cambiamos, incluso ligeramente, la lectura de lo que nos ocurre podemos desarrollar nuevas formas de actuar, de relacionarnos, de sanar Por ejemplo, alguien que interpreta los errores como fracasos evitará tomar riesgos y avanzar. En cambio, quien los ve como parte natural del aprendizaje se permitirá avanzar sin el peso de la perfección. La diferencia entre ambos no está en los hechos, sino en la interpretación. Esto, claramente, no se logra de un día para otro, requiere práctica, conciencia, y aceptar la idea que no siempre vamos a tener respuestas inmediatas, y está bien. Lo que nos sucede no siempre depende de nosotros. Pero cómo lo interpretamos, sí. Y esa interpretación es la que guía nuestras decisiones, nuestras relaciones, nuestra manera de vivir. La próxima vez que algo no salga como esperabas, detente un momento, respira, y en vez de decir "¿por qué me pasa esto?", pregúntate: ¿Qué puedo aprender de esto? Tal vez la respuesta no llegue de inmediato, pero con esa pregunta empieza el cambio. Porque cuando cambias tu interpretación, poco a poco, también cambia tu realidad. No siempre podemos cambiar las circunstancias, pero si podemos cambiar la forma en que las vivimos. La próxima vez que sientas que todo anda mal recuerda… lo que ves no es toda la realidad… es tu interpretación de ella y tienes el poder de cambiarla. Para la masa
250 g de harina 125 ml de leche tibia 40 g de azúcar 1 huevo 50 g de mantequilla blanda 7 g de levadura seca 1 pizca de sal Para el relleno Mermelada de duraznos o si sigues la receta original 200 g de arándanos frescos 45 g de azúcar Jugo y ralladura de un limón pequeño 1 yema de huevo y una cucharada de leche para pincelar la superficie En un bol mezcla la harina la levadura y un poco de la leche deja reposar 10 minutos. Agrega el azúcar el huevo el resto de la leche y la sal y comienza a amasar. Por último incorpora la mantequilla y sigue amasando hasta obtener una masa suave y lisa. Cubre y deja reposar hasta que duplique su tamaño. Estira la masa sobre una superficie ligeramente enharinada formando un rectángulo Cubre con la mermelada enrolla y forma una trenza Colócala en un molde para pan (aqui puedes encontrar si necesitas comprar, de tamaño y material que mas te gustan) cubierto con papel mantequilla y deja reposar nuevamente por unos 20 minutos. Pincela con la yema batida con leche y hornea en horno precalentado a 170 grados durante 20 a 30 minutos. En un día tan nublado, no hay nada más reconfortante que el aroma de pan recién horneado llenando la casa. Ese olor que abraza, que te hace sentir en casa. Hacer pan es más que seguir una receta, es conectar con los sentidos, y descubrir que, a veces, lo simple es todo lo que necesitamos.
Harina, agua, levadura… y un poco de paciencia. Nada más. Nada menos. No podrán decirle que no a una rebanada de pan calentito, crujiente por fuera y tierno por dentro, con una rica mantequilla. ¿Tú también amas hacer pan? Cuéntame si te animas a prepararla. Ingredientes: 300g harina 000 300g harina multicereales 1 cucharada de sal 1 cda de miel 400ml agua a temperatura ambiente 2 cdas de aceite de oliva 20g de levadura fresca. Dentro de un bowl mezclar todos los ingredientes hasta que estén bien integrados, tapar y dejar descansar 30 min. (No es necesario amasar) Luego del reposo le dan unos pliegues a la masa cada 30 minutos por dos veces mas. Después de los 3 pliegues tapan la masa y la dejan leudar hasta que duplique su volumen.. Cuando la masa está lista la estiran en un rectángulo y enrollan desgacificando (como si fuera un brazo de reina). Una vez que tienen el pancito listo lo ponen en un molde aceitado (yo usé uno de 25×12, aqui pueden encontrar varios) presionan ligeramente, (si gusta pueden humedecer la superficie y cubrir con semillas) tapan con papel film y dejan reposar hasta que llegue al borde del molde. Para la cocción hornear en horno precalentado a 200°C por unos 20 min, bajan la temperatura a 170°C y siguen cocinando unos 30 min más, tenendo cuidado de no quemar la superficie. Es buenisimo y queda suave por varios dias Ustedes saben que cada color tiene un significado? Si elegimos un color en lugar de otro significa que nos sentimos de una manera y no de otra: rojo: impulsivo, enérgico y audaz, el color de la pasión y la sensualidad. Si eligen el azul necesitan paz y tranquilidad. Si te sientes frágil e inseguro tu color es el viola y no te preocupes si hoy ves todo negro, porque mañana puede ser que tu color será naranja : radiante y solar. Tenaz y perseverante con el verde ... Asi es... cada color tiene una carga simbólica muy potente, así me quedé pensando que quizás el color para este delicioso pastel de zanahoria que preparé para celebrar la Pascua podía ser el verde que está lleno de significado emocional. El verde… que se asocia con la calma, la esperanza, el equilibrio y la renovación. Es el color de la naturaleza, de lo que crece, de lo que florece después del invierno. Invita a respirar profundo, a volver al centro, a confiar en los ciclos de la vida, parece perfecto para la Pascua de resurrecion y que bien representa mi amiga que justo está de cumpleaños en estos días. Una persona “verde” suele ser alguien que transmite serenidad, que no busca destacar con ruido sino con presencia. Es esa amiga que sabe escuchar, que no juzga, que te acompaña cuando más lo necesitas. Es equilibrio, es conexión con lo esencial. Tiene una energía estable, protectora, y al mismo tiempo sabe renovarse y adaptarse.
¿Tienes a alguien así en tu vida? O quizás...eres tú esa persona para otros? Con este colorido y delizioso pastel les deseo Feliz Pascua a todos, de corazón. Que esta Pascua traiga consigo el regalo del renacimiento, y con él la esperanza de que, incluso en los momentos más difíciles, la vida pueda sorprendernos y ofrecernos nuevos caminos, nuevas alegrías, nuevos comienzos. Ese es el sentido más profundo de la Resurrección: la posibilidad, siempre viva, de volver a empezar. ¡Que vuestra mesa esté llena de calidez y vuestros corazones de gratitud! Y por supuesto que les dejo la receta para preparar el pastel de zanahoria, nada mas facil: Ingredientes: 3 zanahorias grandes (aproximadamente 300 g) lavadas y ralladas 3 huevos 1 taza de azúcar 1 2/3 taza de harina una pizca de sal 2 cucharaditas de polvo de hornear 1/2 cucharadita de bicarbonato de sodio jugo de limón 2 cucharadas 2 cucharadas de extracto de vainilla 1 cucharada de canela) 1/2 taza de aceite vegetal Enmantequillar y enharinar un molde de 20-22 cm de diámetro. Para este pastel yo molí las zanahoria en una procesadora con el aceite de oliva. En una fuente batí los huevos con el azúcar, añadí la zanahorias, la harina, una pizca de sal, el polvo de hornear, el bicarbonato de sodio, y el jugo de limón, y la canela. Verter en el molde la mezcla. Hornear en horno precalentado a 180 ° C durante unos 35-40 minutos, por supuesto, antes de sacarlo del horno siempre hacer la prueba con un palillo, porque cada uno conoce su horno. Para el frosting de queso: 120 g de mantequillla pomada 2 confeciones de queso crema tipo philadelphia 1 1/2 taza de azucar glass 4 cucharadas de esencia de vainilla batir la mantequilla con el queso, añadir el azucar y la vainilla, seguir batiendo hasta obtener un composto cremoso. Cortar la torta en capa, rellenar con el frosting y decorar a gusto! Se cuenta que la hermosa Parténope, la sirena que vivía en las aguas de Posillipo, cada primavera emergía del mar y con cantos de amor deleitaba a la gente del golfo. Un día, su voz fue tan melodiosa y dulce que los habitantes quedaron fascinados, y para agradecerle le ofrecieron los dones más preciosos que tenían. Parténope depositó aquellas ofrendas a los pies de los dioses, y ellos crearon un dulce que superaba en dulzura incluso al canto de la sirena: la Pastiera. Un postre que nunca falta en las mesas de Pascua, un abrazo de historia, mito y dulzura. Una verdadera delicia. La versión más conocida de este manjar es, sin duda, la de Napoli, pero si lo pensamos bien, no existe una receta “original”… ¡todas lo son! Porque es una receta familiar que se transmite de generación en generación, y cada familia tiene su manera única de prepararla. Yo la aprendí de mi suegra, y para mí es la pastiera más rica del mundo. Si entraran en su cocina en estos días, sentirían el aroma embriagador del agua de azahar, el olor de los dulces recién horneados y verían ollas llenas de trigo y ricotta. Los moldes para hornear siempre son los mismos, y la preparación está hecha de muchos pequeños rituales. Por tradición, se prepara algunos días antes de Pascua, normalmente el Jueves Santo, para que los sabores de todos los ingredientes se mezclen perfectamente. Yo no lo sé si realmente ha sido la bella Parténope, con el ayuda de los dioses, quien inventó esta delicia… pero es bonito creer que detrás de cada dulce, siempre hay una historia hermosa que contar. Yo le dejo la receta a ver si se animan a prepararla... Para la masa (pasta frolla)
200 g de azúcar 4 huevos 650-700 g de harina 250 g de mantequilla a temperatura ambiente ralladura de un limón Se prepara mezclando todos los ingredientes hasta obtener una masa homogénea forma una bola y déjala reposar envuelta en papel film. Para el relleno 500 g de trigo (mote) precocido 400 ml de leche aproximadamente 50 g de mantequilla 500 g de ricotta 150 g de azúcar 5 huevos 100 g de fruta confitada cascara de un limón y de una naranja En una cacerola se pone el trigo junto con la leche la mantequilla y las cascaras, se cocina a fuego lento revolviendo con frecuencia hasta que la mezcla se vuelva cremosa y se deja enfriar completamente. Una vez fría se agregan los huevos y el azúcar y se mezcla bien. Luego se incorpora la ricotta y la fruta confitada y se trabaja todo hasta obtener una mezcla suave y homogénea. (Si quieres darle un toque especial puedes agregar unas gotitas de aroma que se ocupa para el pan de pascua) Si no te gusta la textura del trigo puedes triturarlo ligeramente después de cocido Dividir la masa en dos partes, una un poco mas grande que la otra, estirar una parte hasta obtener un disco de medio centímetro de grosor, no mas. Se forra un molde previamente engrasado de unos 28-30 cm de diámetro se recorta el exceso de masa, con la otra parte se hacen tiras para decorar. Se vierte el relleno y se decora con las tiras formando una rejilla. Se hornea en horno precalentado a 160- 170 C durante aproximadamente una hora (depende del horno) Se deja enfriar en el molde y luego se sirve espolvoreada con azúcar glass Y a disfrutar !!!! En estos días de fiesta, la mesa no se llena solo de comida, sino de historias, de gestos de amor, de tradiciones que pasan por generaciones. La cocina es mucho más que un lugar donde se preparan platos: es un punto de encuentro, un refugio del alma, un mundo donde la cultura y la tradición se mezclan con los afectos, los sabores, los aromas únicos e inconfundibles de nuestra tierra. Pienso en mi madre, que a pesar de su edad y sus problema de salud en los días de fiesta siempre preparava con una dedicación que conmueve, podía estár horas observandola, O en mi suegra, que en las ocasiones especiales siempre logra transformar ingredientes simples en platos exquisitos, y no se imaginan la candida de cosas que es capaz de preparar. En cada plato hay un pedacito de ellas, de su amor. Son sabores que jamás podrás encontrar en un restaurante estrellado. Son recuerdos vivos que calientan el corazón sin importar en qué lugar del mundo te encuentres. Y tal vez ese sea el verdadero significado… no se trata solo de comer, sino de disfrutar esos momentos, desde la preparación hasta compartirlos con las personas que amamos. Es algo gratificante y bello, se crean vínculos y deja recuerdos que difícilmente se olvidan, y que vuelven a la mente cada vez que sentimos ese aroma o probamos ese mismo plato. Los almuerzos de los dias de fiesta, especialmente en el sur de Italia, son inolvidables. Y no por la gran cantidad de comida que todos creen que se prepara, sino por lo que representan: estar juntos, compartir, la alegría, los preparativos en un ambiente lleno de amor y felicidad. Ahora que vivo lejos, preparo esos platos y compartimos fotos de los preparativos con familiares y amigos, y es un poco como acortar la distancia. Tal vez, ahora que vivo al otro lado del mundo, valoro aún más esas tradiciones y esos platos, y así también este año no podía faltar la cuddura en nuestra mesa. Es un pan trenzado con canela que se prepara para acompañar queso y salame el dia de la Pascuetta... Y que es la Pascuetta? En Lunes de Pascua... un dia muy querido por los italianos (¡después de la Pascua, claro! ) En Italia, el lunes después de Pascua no es un simple día… ¡es Pasquetta! Un dia feriado, un momento especial lleno de sonrisas, comidas al aire libre y mesas improvisadas bajo el cielo de la primavera. Es el día perfecto para una excursión al campo, una parrillada en familia o un picnic con amigos repleto de delicias típicas, cada región tiene su propia tradición culinaria. En Italia hay un dicho… "Natale con i tuoi Pascua con chi vuoi... ("Navidad con los tuyos, Pascua con quien quieras)… ¡y Pasquetta aún mejor!" Es una festividad pública desde 1947, cuando el gobierno decidió extender de un día las celebraciones de Navidad y Pascua, estableciendo que los días posteriores a ambas festividades (San Esteban y el Lunes del Ángel) no se tenia que trabajar. Es un momento de encuentro después de las celebraciones religiosas, Es el primer verdadero respiro de primavera y la excusa perfecta para salir de casa y conectar con la naturaleza, es alegria, Y, por supuesto, cada año las redes sociales se llenan de fotos de Pasquetta: manteles coloridos, cestas de picnic, atardeceres entre risas e copas de vino… Porque sí, la felicidad todavía tiene su lugar en las cosas sencillas. Y a ti te gustaria celebrar la Pascuetta? Ingredientes
1 kg de harina 1 cubito de levadura fresca 250 ml de agua tibia (si la masa queda muy dura, se puede agregar un poco más) 3 huevos para la masa + 2 para colocar sobre la corona 130/150 g de azúcar 100 ml de aceite extra virgen de oliva Canela al gusto 1 huevo para pincelar la superficie Disolver la levadura en el agua tibia. Batir los huevos con el aceite, la canela y el azúcar. Disponer la harina en forma de volcán y añadir los ingredientes anteriores. Amasar bien hasta obtener una masa lisa y homogénea. Para formar la corona: hacer unas tiras de masa del mismo largo y entrelazarlos. Formar la corona y cerrar los extremos. Colocar los 2 huevos encima. Estirar otras dos tiras de masa: uno se enrolla alrededor de la corona, el otro se entrelaza entre un huevo y otro. Enharinar dos moldes y colocar las cudduras a leudar hasta doblar su tamaño Una vez listas, pincelar la superficie con el huevo batido y hornear en horno precalentado a 180 °C durante unos 30 minutos. Una verdadera delicia hermosa a la vista y deliciosa al paladar, ¡perfecta para acompañar tanto lo dulce como lo salado! A veces nos encontramos atrapados en situaciones complejas, envueltos en una red de pensamientos, emociones y responsabilidades que parecen asfixiarnos. Emocionalmente incapaces de encontrar una salida. Pero la verdad es que, muchas veces, somos nosotros mismos quienes complicamos lo que podría ser más simple. Simplificar la vida no significa huir ni evitar los problemas, sino aprender a distinguir lo que realmente importa de lo que es superfluo. Significa reconocer que muchas de las preocupaciones que nos atormentan provienen de expectativas externas, de miedos injustificados, de vínculos que nos retienen en lugar de hacernos crecer. Eliminar lo innecesario es un acto liberador que nos permite recuperar energía y concentración. Simplificarnos la existencia, tener ideas más claras, relaciones más auténticas y verdaderas, no es tan difícil como parece. No todas las personas que forman parte de nuestra vida nos hacen bien. Algunas relaciones nos enriquecen, nos hacen crecer, nos dan fuerza. Otras nos cargan con dinámicas tóxicas, expectativas irreales. Tener el valor de seleccionar a las personas con las que compartimos nuestro tiempo no es egoísmo, sino una forma de respeto hacia nosotros mismos. Decir “no” es un arte difícil de dominar, sobre todo en una sociedad que nos enseña a complacer a los demás. Y sin embargo, cada vez que decimos “sí” a algo que en realidad no queremos, estamos diciéndonos “no” a nosotros mismos. Aprender a rechazar lo que no nos hace bien es un paso fundamental para vivir con más autenticidad y ligereza. Eliminar todo lo que nos perjudica nos ayuda a tener una mejor calidad de vida. No es necesario revolucionar la propia vida para reencontrar el equilibrio. A veces basta con frenar un poco, concederse momentos de tranquilidad, dedicarse a actividades que nos hacen sentir bien y que, con el tiempo, nos devuelven claridad y paz interior. Simplificar es una elección. Es un compromiso cotidiano de soltar lo que no sirve, de vivir con intención, de encontrar la belleza en la sencillez, con la conciencia de que la verdadera riqueza no está en tener más, sino en tener menos y vivirlo mejor. La próxima vez que se sientan abrumados por el caos de la vida, intenten detenerse un momento y preguntarse: “¿Qué puedo soltar hoy para estar mejor mañana?” La respuesta podría sorprenderlos. Es por esta razón que hoy comparto una receta realmente sencilla pero que gustará a todos, porque también en la cocina nos gusta simplificarnos la vida sin perder el sabor... los BAGELS Ingredientes:
450 g de harina 125 ml de leche tibia 125 ml de agua tibia 1 huevo 40 g de mantequilla blanda 15 g de levadura fresca 1 cucharadita de miel Sal Preparación: ● Prepara una masa lisa y homogénea. Deja leudar hasta que doble su volumen. ● Cuando la masa esté lista, divídela en 6-8 porciones, forma bolitas y hazles un agujero en el centro. Cubre y deja reposar durante 15 minutos. ● Cocina los bagels en una olla con agua hirviendo durante un minuto. Si quieres, puedes añadir una cucharada de bicarbonato, les dará ese sabor especial que tanto nos gusta. ● Ponlos en una bandeja de horno con papel mantequilla, pincélalos con una mezcla de yema de huevo y leche, y espolvorea con semillas de sésamo y amapola al gusto. ● Hornea en horno precalentado a 200 °C durante 15-20 minutos.(tenendo cuidado a no quemarlos en la superficie) |
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Mayo 2025
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