A veces nos encontramos atrapados en situaciones complejas, envueltos en una red de pensamientos, emociones y responsabilidades que parecen asfixiarnos. Emocionalmente incapaces de encontrar una salida. Pero la verdad es que, muchas veces, somos nosotros mismos quienes complicamos lo que podría ser más simple. Simplificar la vida no significa huir ni evitar los problemas, sino aprender a distinguir lo que realmente importa de lo que es superfluo. Significa reconocer que muchas de las preocupaciones que nos atormentan provienen de expectativas externas, de miedos injustificados, de vínculos que nos retienen en lugar de hacernos crecer. Eliminar lo innecesario es un acto liberador que nos permite recuperar energía y concentración. Simplificarnos la existencia, tener ideas más claras, relaciones más auténticas y verdaderas, no es tan difícil como parece. No todas las personas que forman parte de nuestra vida nos hacen bien. Algunas relaciones nos enriquecen, nos hacen crecer, nos dan fuerza. Otras nos cargan con dinámicas tóxicas, expectativas irreales. Tener el valor de seleccionar a las personas con las que compartimos nuestro tiempo no es egoísmo, sino una forma de respeto hacia nosotros mismos. Decir “no” es un arte difícil de dominar, sobre todo en una sociedad que nos enseña a complacer a los demás. Y sin embargo, cada vez que decimos “sí” a algo que en realidad no queremos, estamos diciéndonos “no” a nosotros mismos. Aprender a rechazar lo que no nos hace bien es un paso fundamental para vivir con más autenticidad y ligereza. Eliminar todo lo que nos perjudica nos ayuda a tener una mejor calidad de vida. No es necesario revolucionar la propia vida para reencontrar el equilibrio. A veces basta con frenar un poco, concederse momentos de tranquilidad, dedicarse a actividades que nos hacen sentir bien y que, con el tiempo, nos devuelven claridad y paz interior. Simplificar es una elección. Es un compromiso cotidiano de soltar lo que no sirve, de vivir con intención, de encontrar la belleza en la sencillez, con la conciencia de que la verdadera riqueza no está en tener más, sino en tener menos y vivirlo mejor. La próxima vez que se sientan abrumados por el caos de la vida, intenten detenerse un momento y preguntarse: “¿Qué puedo soltar hoy para estar mejor mañana?” La respuesta podría sorprenderlos. Es por esta razón que hoy comparto una receta realmente sencilla pero que gustará a todos, porque también en la cocina nos gusta simplificarnos la vida sin perder el sabor... los BAGELS Ingredientes:
450 g de harina 125 ml de leche tibia 125 ml de agua tibia 1 huevo 40 g de mantequilla blanda 15 g de levadura fresca 1 cucharadita de miel Sal Preparación: ● Prepara una masa lisa y homogénea. Deja leudar hasta que doble su volumen. ● Cuando la masa esté lista, divídela en 6-8 porciones, forma bolitas y hazles un agujero en el centro. Cubre y deja reposar durante 15 minutos. ● Cocina los bagels en una olla con agua hirviendo durante un minuto. Si quieres, puedes añadir una cucharada de bicarbonato, les dará ese sabor especial que tanto nos gusta. ● Ponlos en una bandeja de horno con papel mantequilla, pincélalos con una mezcla de yema de huevo y leche, y espolvorea con semillas de sésamo y amapola al gusto. ● Hornea en horno precalentado a 200 °C durante 15-20 minutos.(tenendo cuidado a no quemarlos en la superficie)
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