¿La cocina es una ciencia o una filosofía? Esta pregunta puede parecer sencilla, casi retórica. Pero para quienes, como yo, viven la cocina como una herramienta terapéutica, encierra una verdad mucho más profunda. Cocinar nunca es solo “seguir una receta”. Es algo que se mueve entre la precisión y la intuición, entre la química y el corazón, entre el rigor y la creatividad. Indudablemente, la cocina es una ciencia. Cada ingrediente tiene una estructura, cada cocción una reacción, cada receta un equilibrio que debe respetarse. Basta muy poco para arruinar una preparación, sobrecocer una crema, alterar una emulsión, quemar un pan, fermentar demasiado una masa, En este sentido, las cantidades, las temperaturas, los tiempos, las proporciones, son fundamentales. Una disciplina hecha de rigor y conocimiento. Y es precisamente en esta dimensión científica donde muchos pueden encontrar seguridad. Seguir una receta con atención nos da una sensación de control, una cierta estructura. Para quienes viven estados emocionales complejos, ansiedad o desorganización interior, esta característica puede ser extremadamente terapéutica y tranquilizadora: saber qué hacer, cómo hacerlo, cuánto tiempo llevará... es una forma de estabilidad. Pero la cocina también es una forma de pensar, es una forma de ver, es un lenguaje; es cultura, historia, identidad, creatividad. Los ingredientes que elegimos, el tiempo que dedicamos a la preparación de un plato, con quién lo compartimos. Cocinar es escucha, es presencia, es un acto de amor. Cuando cocinamos para alguien, no estamos solo alimentando su cuerpo, les estamos diciendo: “te veo”, “cuido de ti”, “te quiero”. Incluso cuando cocinamos para nosotros mismos, si lo hacemos con conciencia, podemos transformar ese gesto cotidiano en un momento de reconexión, con nosotros mismos y con nuestra historia. Una cocina que cura En la cocina terapéutica, estos dos aspectos se encuentran. Por un lado, la ciencia nos ayuda a crear, por el otro, la filosofía nos ayuda a sentir. Es ahí donde ocurre la transformación. Cocinar nos ayuda a reunir los pedazos, a recuperar un sentido. Es un medio para escuchar, para sentir, para transformar lo que sentimos, lo que vivimos, para crear. Entonces, ¿la cocina es ciencia o filosofía? Es, seguramente, ambas cosas, la prueba está en el hecho de que podemos repetir la misma receta una y otra vez y aun así el resultado nunca va a ser el mismo. Nuestro estado de ánimo tambien influye en lo que preparamos: habrán veces en que el resultado será excelente y otras en que no nos satisfará del todo pero, una vez terminado el proceso, siempre quedará una increíble sensación de tranquilidad y gratificación. Porque no intentarlo entonces.... La receta de hoy tiene mucho de ciencia e de creatividad tambien: es el babka, un pan de chocolate judio, trenzado, una masa de brioche enriquecida con un relleno de chocolate y finalizado con un jarabe que hace que sea increiblemente jugoso. Para prepararlo necesitarán: Para la masa: 550 gr di farina 80 gr de azucar 180 gr de agua tibia 10 gr de levadura instantanea 2 huevos grandes 1 pizca de sal 150 gr de mantequilla a temperatura ambiente Para el relleno: 150 gr de chocolate amargo 120 gr de mantequilla 100 gr de azucar glas 40 gr de cacao en polvo 1 pizca de sal Derretir el chocolate con la mantequilla, añadir el cacao, el azucar con la pizca de sal y mezclar. Para el jarabe: 80 ml de agua 80 ml de azucar Preparacion: Desolver la levadura en el agua y dejar reposar unos 10 minutos, hasta que se active. Verter la harina con el azúcar en la batidora, añadir la levadura con el agua, los huevos, uno a la vez, y seguir mezclando, cuando se forma la masa añadir la mantequilla de a poco y seguir amasando hasta obtener una masa omogenea y elastica, (con la batidora se demoraran alrededor de 15-20 minutos) Ponerla en una fuente engrasada cubierta con papel film o en un contenedor con tapa hermética (como este) y dejarla leudar en el refrigerador toda la noche. Al dia siguiente sacar la masa del refri, estirar en una superficie ligeramente enharinada, en forma de rectangulo, cubrir con la pasta de chocolate, dejando un borde de un cm a los lados para que la masa pueda pegarse. Enrollar por el lado mas largo y trenzar. Como trenzar: con ayuda de un cuchillo afilado cortar el rollo por la mitad, a lo largo, obteniendo dos tiras largas, el lado cortado debe quedar hacia arriba, cruzar formando una X y trenzar manteniendo siempre hacia arriba el corte de las capas. Ahora que el babka está formado colocalo en un molde rectangular enmantequillado o forrado con papel mantequilla, cubrelo con un paño humedo y deja reposar hasta que duplique su tamaño. Hornear en horno precalentado a 170C por unos 50 minutos aprox. tenendo mucho cuidado que la superficie no se queme. Si notan que la superficie cambia de color muy rapido cubrir con papel aluminio. Al retirarlo del horno pincelar con el jarabe previamente preparado y dejarlo enfriar El proceso de amasado lo pueden hacer manualmente pero se van a demorar mucho mas, un consejo... si la masa es muy pegajosa le aconsejo dejarla reposar unos 15 minutos cubierta con una fuente, al momento de retomarla será mas facil seguir amasando, hasta que no se pegue a los dedos.
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